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Martín Roda, en el prólogo del libro “Las cenizas llegaron a mi patio”, habla de la necesidad de relacionarnos de formas más amorosas. Le siguen otras voces: Beatriz Vignoli, que habla de prender fuego una palabra, Alicia Genovese, que piensa en los poemas que intentan resguardar lo que los incendios destruyen ¿Dónde queda lo que se va? ¿Dónde queda eso que ahora es ceniza? ¿Los árboles, los cueros de los animales, sus tripas, esos recorridos que tantos hicieron y ya no existen más? “haré un altar de lo perdido/en tu nombre/ave de río marrón”, escribe Julia Velez en esa antología urgente escrita cuando los fuegos avanzaban en 2021 ¿Podrá la poesía lograrlo? ¿Podrá despertar eso que los números no logran? 170 mil hectáreas en 120 días en el Delta en 2022. Los fuegos no se aplacan. La Ley de Humedales sigue siendo una promesa eterna . Victimizar a la tierra, a la naturaleza, no sirve. Gritar, patalear, contarles a los que ya saben que todo se sigue quemando, no alcanza. Tal vez sea hora de empezar a escuchar de otra forma, de buscar en lo que queda, en el tizne, en la herida, en los restos mugrientos de lo que alguna vez fue, algo que tiene memoria, los retoños testarudos de nuevas palabras.

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